En 1665 el científico holandés Christian Huygens colgó, uno junto a otro, dos relojes de péndulo. Y, como esperaba, vio que los péndulos, inicialmente desincronizados, no tardaban en balancearse al mismo ritmo. Y que ese mismo ritmo lo mantenían obcecadamente con una perfección que estaba muy lejos de poder explicar cualquier ley mecánica.
Ahora sabemos ya que esa búsqueda de una mutua sincronización es una ley generalizada que opera a todos los niveles.
Así, se ha atestiguado que es una demostración corriente coger dos células del corazón que latan a un ritmo distinto e irlas aproximando. Pronto se percibe que van cambiando de ritmo y, cercana ya una célula a la otra, acaban por unificarlos. Seguir leyendo
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